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Veterano de las Guerras Psíquicas

-- Soy un veterano de la guerra psíquica, un evadido de los oscuros campos de concentración de la mente desquiciada.--
Sobre el campo de batalla no brillan ni las estrellas ni la luna, sólo la obscuridad de la tormenta fragmentada por los relámpagos ilumina fugazmente un dirigible de ataque clase Navajo de veinte toneladas y doscientos metros de eslora especializado en Psi Warfare, "Guerra Psíquica".
Su único tripulante se preparo para lanzar el ataque, acaba de salir de una clínica siquiatrica de recuperación y la sola perspectiva de aplicar al enemigo el suplicio mental que padeció, le proporciona el placentero sabor de la venganza. Ahí en su mano están las armas de nueva generación.
-- Aún recuerdo cuando el termino "psíquico" lo relacionábamos con telepatas, magos o fantasmas. Que ingenuo, que infantil, que estúpido.-
Llevado únicamente por el viento, la nave más ligera que el aire se deslizo ignorada como un cumulo de nubes. Su revestimiento plástico absorbe las ondas del radar y para todo fin, sin emitir ninguna señal electromagnética o térmica es un agujero en el cielo. El sistema de navegación por inercia señalo con precisión su posición a menos de 30 kilómetros al sur de Samarcanda, a quince mil pies de altura sobre el Uzbekistan ocupado, muy atrás de la línea del frente de batalla en el menospreciado escenario de Afganistán, donde la guerra se había atascado y a pocos parecía importarles en comparación con las grandes batallas del oriente de Europa y la congelada Siberia.
--Pero no era una misión de poca monta - Se dijo el piloto regodeándose, mas allá esta Taskent donde se concentran ahora numerosas tropas chinas en camino hacia un nuevo frente de batalla en el cercano Irán y las importantes reservas petroleras del Golfo Pérsico. Para ellos tiene un arma verdaderamente diabólica. Y no son bombas nucleares, eso seria piadoso, ahora eran armas psíquicas, y él ya las había experimentado en carne propia.
Una campanilla de alarma hizo que el piloto diera un respingo en el asiento, un radar de apertura sintética, ha logrado un rebote sobre la estructura Stealth del zepelin. A la izquierda, a orillas del río Zeravsan, una batería de cañones antiaéreos Wu Yuang de riel magnético abren fuego. Aunque fuego no es la palabra correcta, y el dirigible es alcanzado por diez impactos de 20 mm antes que expulse el lastre y de un tirón se eleve cuatro mil metros hacia la estratosfera lejos de la onda direccional del radar.
El piloto recobro la confianza, diez tiros son insignificantes para su globo de helio y composites de 200 mts de longitud.
--Esto no los va a salvar. Desde que hemos podido registrar las ondas alfa del cerebro a través de los encefalogramas, interpretarlas, generarlas y ahora inducirlas hemos creado una gran arma capaz de inducir estados de depresión profunda, e incluso un pavor suicida.--
El objetivo quedo al alcance del inductor, son las enormes carpas camufladas a la vera de un convoy de centenares de camiones diesel Yunang.
-- Si, yo lo padecí, sentí el miedo, la desesperación, el terror que sólo la muerte puede aliviar. Estaba atado, condenado a ser un conejillo de laboratorio. Un experimento humano en manos de mis compatriotas, de mi gente, pero no les guardo rencor. Aunque cada noche he sido perseguido por mis temores, y he deseado mil veces quitarme la vida, ahora ya no, fui liberado, fui elevado a un estatus superior de la mente.--
Los sistemas hasta ese momento inertes cargaron energía. En las pantallas de defensa antiaérea china, la nave apareció tan clara como la marquesina de un cine, pero fue ya tarde, el terror capturó los corazones de millares de soldados. Era ilógico y demente, nadie se protegió, nadie combatió, todos corrieron, miles de ellos, abandonando la seguridad de su campamento y sus vehículos perseguidos por el terror.
-- Cada uno de mis algoritmos mentales, cada rasgo de mi carácter y coraje fueron gravados magnéticamente en mi nuevo cerebro de silicio y ahora soy un ser preciso, objetivo, libre de temores. SOY UNA COMPUTADORA --
Finalmente, el piloto lanzó dos misiles Starfire. Estallaron sobre las tropas aterradas con una luz de diez millones de candelas, todo aquel que pudo verla quedo irremediablemente ciego.
El arma ha sido un éxito, la computadora transmitió sus resultados en forma codificada e inicio su secuencia de autodestrucción para evitar caer en manos del enemigo.

 

 

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