DARK FORMAT

Daño no letal

Soy un ente abatido y amargado, vivo en la perpetua oscuridad, no se donde estoy, no me importa y ni siquiera sé si estoy vivo o... muerto. Y todo gracias a las malditas computadoras. Si esos trastos que invento el hombre para autoaniquilarse, ellos son su desgracia y serán su fin.
Seguro ustedes recuerdan sobre esa supercomputadora que cobro conciencia y cuando supo que la iban a desconectar provoco una guerra nuclear. Pues ríanse de ello, es basura, pura porquería, por que mi historia es cierta. Siéntense si pueden hacerlo y escuchen la desgracia que me han causado las computadoras pues puede ser la suya.
Yo siempre desprecie esos aparatos, siempre sostuve que en mi profesión nunca los necesitaría, yo no tenia que aprender a picar teclados como esos chamacos imbéciles, para mi la computadora era una herramienta y nunca podrían sustituir lo básico: el criterio. Así que nunca pudieron obligarme a sentarme tras uno de esos cacharros relucientes, ni jamas nadie me vio aporrear sus teclas.
Lo que yo hacia no lo podía hacer una computadora, era el jefe de seguridad de una gran empresa y jamás podría sustituirme una máquina, pero alguien apostó en contra y un malhadado día me vi en la calle. Amargado y sin empleo. Pero con una inmensa sed de venganza y las herramientas de mi oficio.
Yo conocía de seguridad, era experto y ninguna computadora podía vencerme. Eso es seguro, reuní un grupo de mis excompañeros, también desempleados y afrontamos la tarea. Destruiríamos la computadora de seguridad. Después de eso, seguro vendrían a rogarnos que regresáramos a nuestros puestos.
Esperamos una noche particularmente oscura y sin luna. La computadora controlaba todos los accesos, todas las puertas y áreas abiertas mediante sensores de movimiento. Cualquier anomalía generaría una llamada de alerta a la policía. No tenia caso cortar la electricidad, poseía sus propias baterías.
La media noche era la hora propicia, dos hombres accedieron al registro telefónico con la simple maniobra de levantar una tapa de banqueta, una sierra cortadora de disco interrumpió las comunicaciones telefónicas de toda la zona.
Ya podía chillar la cretina computadora, nadie acudiría. Cámaras de televisión en el acceso, sensores y chapas de control volaron ante certeros tiros de nuestros fusiles de balas perforantes con camisa de teflón y mira con colimador láser, ni los mejores cristales blindados pudieron detenerlas. Y para las cerraduras el buen e infalible explosivo plástico C-4. Moldeable como la plastilina nos permitió crear cargas huecas perforantes ante las que ninguna puerta blindada opuso resistencia.
Era fácil, muy fácil. Dos compañeros en uniforme cubrieron la entrada como habitualmente lo hacían para eludir cualquier sospecha. El resto nos adentramos por las instalaciones. Dos tiros de 20 mm de nuestros lanzagranadas M-40 montados bajo nuestros fusiles de asalto M-16 acallaron las sirenas para siempre.
La maldita computadora estaba en el tercer sótano. No nos tomamos ninguna delicadeza, volábamos las chapas a tiro directo de lanzagranadas tras la seguridad de nuestros trajes blindados de policía. Y ni siquiera intentamos el elevador, donde la maldita podría atraparnos. Bajamos las escaleras con nuestras mascaras antigás, pues uno de los sistemas automáticos de la computadora preveía el uso de armas no letales, pero jamás el de armas mortales, una vacilación de los estúpidos diseñadores que le iba a costar cara.
Podrían haber dotado a la máquina con cañones automáticos de mira infrarroja que localizaran el blanco automáticamente y lo neutralizaran, pero eran unos cretinos pusilánimes.
La última puerta cedió de dos impactos y callo retorcida.
"PELIGRO, HERIDAS GRAVES. ABANDONE LA HABITACION INMEDIATAMENTE"
Esa frase la recordare toda mi vida taladrándome el cerebro, pero entonces me reí. Vi la maldita computadora con sus módulos como enormes refrigeradores alineados contra la pared, sus paneles luminosos, el piso brillando de limpieza. Pero ningún arma.
"PELIGRO, HERIDAS GRAVES. ABANDONE LA HABITACION INMEDIATAMENTE"
Metí otra cápsula de veinte milímetros en el lanzador del M-16 y apunte con cuidado a lo que me pareció el modulo principal.
BAJE EL ARMA - ordeno la voz de la computadora y yo disfrute más con lo que parecía su miedo, pero en eso las luces estallaron, fue luego supe un resplandor de sesenta mil candelas, tan intenso como un láser que calcino la retina de todos los presentes con la fuerza de un marrazo.
Era sólo luz, luz y nada más, pero el impacto hizo que todos perdieran la razón, oh si nadie murió, no era un arma letal, pero sólo yo quede cuerdo, ja ja, cuerdo para contárselos.
Ya no importa, no se si estoy vivo, cuerdo o muerto, lo que si sé, es que me reiré desde mi tumba, me reiré a carcajadas cuando pueda ver como las computadoras acabaron con todos ustedes. Si seguro que eso si lo veré.

 

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