Pablo Viadas


El Evaluador

El Evaluador, comprobó todas las conexiones frente a su monitor. Se ajusto el casco hermético y sintió la presión sobre sus oídos. Estaba ya adentro. Ajusto la luz de su visor y pudo ver detalladamente los mandos computarizados del cazabombardero IAI Shafir F-2C. Más allá del bastón de mando caracteres alfanuméricos y vectores de proyección holográfica señalan con claridad la ruta de partida en la rampa de despegue del USS Ticonderoga, el transporte espacial a bordo del cual se encuentra. En sus oídos suenan las frases de la computadora advirtiendo urgentemente la aproximación del enemigo. A su entorno robots y mecánicos retiran rápidamente las conexiones de alimentación de hidrogeno y poder. El Evaluador movió suavemente el bastón, en su mano enguatada se reunía el poder más grande que un piloto de caza hubiera podido soñar. Cañones hipersónicos con balas de uranio empobrecido de alta energía cinética disparadas por cañones de riel magnético. Misiles inteligentes con cabeza termonuclear de 10 kilotones, y el impulso de dos reactores de ciclo abierto de hidrogeno excitado capaces de proporcionarle aclaraciones de 20 G´s.
El momento llego y su nave fue disparada por la rampa. El Evaluador se sumió en su asiento, sintió con dolor como se enterraba en el respaldo antimpacto y como le apretaba el casco y la máscara sobre la cara, en un instante se proyecto hacia el espacio a más de 30 kilómetros por segundo. Sentía caer dentro de él mismo; el corazón latía en sus oídos y cuando al fin recobró el aliento el vértigo nublaba su mente. Pero se repuso, a su lados varias naves de caza vuelan hacia la órbita de aquel planeta púrpura de nombre desconocido. En sus audífonos el control de misión señala rumbos y los caracteres holográficos de su tablero muestran los vectores hacia los cursos de aproximación. El Evaluador movió el bastón de mando y la nave se precipitó poderosa por el espacio, a su entorno los flashes de las explosiones termonucleares tachonaron el espacio; estaba consciente que podrían freír todo en una esfera de energía pura de tres kilómetros de radio pero ellos se movían ahora a 50 kilómetros por segundo.

En eso una luz más intensa que el sol lo envolvió. Las alarmas en su nave resonaron y los extintores de polvo estallaron al mismo tiempo. No había sido un impacto directo pues estaba vivo, pero los avisos urgentes en su nave señalaban la destrucción de los motores de hidrogeno exitado. El corazón del Evaluador se agolpo en su garganta, vio con espanto que caía hacia el planeta. Sin ángulo de ingreso, su nave comenzó a arder. Afuera de la cabina el fuselaje incandescente comenzó a desintegrase lanzando torrentes de chispas.
El Evaluador sintió subir el calor como en un horno, no lo soportaría. !Se estaba quemando vivo!. El dolor sobre su cuerpo fue tan intenso que penso que enloquecería antes de morir, sus piernas parecían descansar sobre el fuego de un soplete y con desesperación quiso salir de su asiento que le quemaba como el infierno mismo, sus manos se desangraron contra las correas recalentadas, y de pronto todo estalló. Su cabina se despedazó y un aire venenoso mezclado de gases y nitrógeno penetró con la fuerza de un huracán demencial arrancando su traje de vuelo a jirones y despegándole la piel del torso y los brazos.

Y en aquel dolor demencial sintió que se ahogaba. No habría oxigeno para él, pero en el colmo de la desesperación abrio su casco y el gas atmosférico inundó sus pulmones, aquella mezcla corroía sus entrañas como si respirara ácido y como un pez fuera del agua estaba muriendo dando boqueadas en una nave que se despedazaba en la atmósfera cada vez más densa. Con el último aliento de vida en mitad de la locura de su agonía oprimió el interruptor en su casco. El universo se desvaneció.

Con un silbido de descompresión el Evaluador se quito el casco de realidad virtual, y apago el juego. Miro el texto en su monitor y escribió:
Gráficas y sonido excelentes, pero falta realismo en las sensaciones físicas. Apagó la computadora y se fue a comer.

 

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